• Jorge el vendedor de sombra: La búsqueda de lo verdadero

    EL SOL DE LA TARDE CAÍA A PLOMO EN LA PLAYA DE SISAL. NOSOTROS LLEGAMOS DISPUESTOS A PASAR EL CALOR ENTRE EL AGUA DEL MAR Y UNA SOMBRA DONDE REFUGIARNOS HASTA LA PUESTA DE SOL. POR SUERTE VIMOS UNAS PALAPAS CON HAMACAS EN LA PLAYA, BIEN LINDAS. ACORDAMOS UN PRECIO CON UNA ENCARGADA Y NOS INSTALAMOS, DISPUESTOS A DISFRUTAR DE SISAL. FUE AHÍ CUANDO CONOCÍ A JORGE, QUIEN RESULTO SER EL VERDADERO ‘VENDEDOR DE SOMBRAS’. Y NO SE VEIA CONTENTO. 

    Nuestra interacción no comenzó fácil. Desde donde estaba sentada, ví acercarse a un hombre de melena entrecana, un poco curtido por el sol y de ojos negros, quizá ya pisando los cincuenta. Era Jorge, el dueño de las palapitas. Se acercó con una mirada algo desconfiada. Cuando lo ví llegar así, pensé: ‘Ya ‘chafeó’ nuestra idea de ‘disfrutar de la playa y la brisa marina en una hamaca sombreada. Olvídate’. Había un malentendido sobre el precio de la sombra y la hamaca que queríamos alquilar. Su compañera no le había dicho que ya habíamos acordado un precio con ella, más barato, y el creyó que no queríamos pagar lo que correspondía. Jorge se veía listo para un enfrentamiento.

    Pero en medio de esa tensión, algo cambió. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Jorge y yo nos miramos a los ojos, nos escuchamos de verdad. Y esto hizo que la tensión inicial se desvaneciera. Después de hablar con su compañera, Jorge se dio cuenta del malentendido. Volvió hacia mí con una sonrisa sincera y una disculpa honesta. “Quédense tranquilos por favor, disfruten del día”.

    La historia de Jorge

    Ahí es cuando Jorge me contó algo que resonó profundamente conmigo. En su mirada, ya más tranquila, vi autenticidad. Me explicó que pasó gran parte de su juventud impulsado por la necesidad, persiguiendo el dinero. Recuerda un período en los Estados Unidos trabajando en restaurantes de renombre, en el cual ganaba bien… y lo mataba la soledad. “Trabajaba mucho, ganaba bastante y bebía más.” “Pasé años corriendo tras trabajos que me dejaban vacío. Hasta que decidí cambiar mi vida”. Ahora, aquí en Sisal, alquila palapas y hamacas, y hace otros trabajos pequeños. No es el hombre más rico, pero va encontrando poco a poco lo que él llama ‘su paz’.

    “Ahora intento moverme por lo que realmente importa,” me dijo, con una calma que contrastaba con el choque del principio. “Después de tanto correr, me di cuenta que lo que estaba buscando no era el dinero. Era vivir de verdad. No siempre me resulta fácil, porque claro que vivir limitado de dinero es frustrante en ocasiones. O a veces me gana el ego, el aferramiento a lo material… Y me doy cuenta que es el temor de perder algo que ni siquiera tengo. Y que lo que me importa es vivir de verdad. Y ahí es donde vuelvo a ser consciente de que eso ya lo hago”.

    La fuerza vital de Jorge: el poder de la autenticidad

    Su mirada, aunque aún mostraba rastros de inquietud al hablar de sus temores, era cálida y honesta. Jorge, con su humildad y su integridad, me recordó que a veces es en lo más sencillo donde encontramos lo más importante. Gracias a su sinceridad, tuvo el poder de convertir lo que pudo haber sido un conflicto, en una plática memorable para mí.

    Ese día en la playa, vi el ejemplo de un hombre sencillo, impulsado por la fuerza vital de querer vivir con autenticidad.


    ¿Alguna vez haz perseguido un sueño que no era tuyo? ¿Te has preguntado si tienes lo que para tí es valioso de verdad?
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    Si no reconoces la Fuerza Vital en tu propia vida, o sientes que la perdiste de vista en el camino:

    Dime. Estoy a un mensaje de distancia.


    Life Force Stories | Part 3

    Credits: Pictures from my own files | Illustration ‘Jorge in Sisal’ generated with AI, based on my own pictures.

  • Auxilio, me estoy volviendo antisocial!

    ARTICULO ESCRITO ORIGINALMENTE PARA LA PLATAFORMA HOLANDESA S&S | UNOS DÍAS ANTES DE MI OPERACIÓN, LLAMO A UNAS AMIGAS, QUIEREN VERME ANTES DE LA INTERVENCIÓN. PERFECTO, DE TODAS MANERAS QUERÍA TOMAR UNAS COPAS CON MI ESPOSO EL VIERNES POR LA TARDE, ASÍ QUE PUEDEN UNIRSE. PERO LA HORA NO LE QUEDA A MI AMIGA AMALIA, POR ESO VENDRÁ EN OTRA OCASIÓN. ME SIENTO ALGO FASTIDIADA… PERO TAMBIÉN ALIVIADA. Y RECONOZCO QUE ESTO ME PASA CADA VEZ MÁS A MENUDO EN MIS CONTACTOS SOCIALES DESDE QUE TENGO CÁNCER. ¿POR QUÉ? ¿ME ESTARÉ VOLVIENDO HURAÑA?

    Huraña, ¿o no?

    Son las tres de la tarde del miércoles. Me acaban de llamar del hospital para avisarme que mi operación queda programada para el siguiente lunes por la mañana. ¡Por fin! Ya la estaba esperando. No tengo nervios, lo que sí quiero es reservar una tarde para pasarla con mi esposo, antes de que empiece toda la hilera de tratamientos. Un viernes por la tarde con botanitas y vinito. Mis amigas Sarah y Amalia dicen que también quieren venir. Solo que Amalia tiene una cita con su personal trainer que no puede cambiar. Pregunta si puede llegar más tarde, por la noche. Para mí eso ya sería algo tarde, y se lo digo. Entonces quiere venir el fin de semana, pero esos días quiero reservarlos para mi familia. Siento un asomo de irritación. Así que algo apenada y algo irritada le digo: “No te sientas obligada, ya habrá otra ocasión”. En parte me siento también aliviada, noto que cada vez siento me siento más distanciada de ella. ¿Por qué será?

    Desde que tengo cáncer, reconozco más frecuentemente estos sentimientos en mis interacciones sociales. No solo con amistades, también con contactos casuales. Por ejemplo, una conocida me envió un mensaje una semana después de mi primera quimioterapia, para ir a caminar. Se trata de alguien del pueblo que normalmente solo me saluda con la mano cuando me ve pasar. Ni siquiera sabía que tenía mi número de teléfono, menos como lo consiguió. También en este caso me sentí incómoda y algo apenada, pero la verdad es que para nada me dieron ganas.

    En momentos como estos pienso: “El cáncer me está volviendo huraña”. ¿Por qué?

    Pero no siempre es así. Tomemos este ejemplo: fui al hospital para una tomografía, esto pasó unas semanas después de mi mastectomía. La radióloga me dice: “Quítate el bra”. Sonrío y la miro, y le digo: “No tengo bra”. Nos miramos a los ojos y continúo: “No tengo senos”. Veo el susto en sus ojos al darse cuenta, pero nos sostenemos la mirada y… nos echamos a reír. Luego me hace unas preguntas: quiere saber cómo estoy y qué me parece todo este proceso. La tomografía procede y el contacto no duró más de 10 minutos de principio a fin, pero salí con una sonrisa enorme.

    Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué dejo que alguien se acerque y a otra persona no?

    Siempre hay una buena intención

    Partamos de estos principios: la gente actúa con buenas intenciones. Y sé que es difícil estimar qué es lo correcto para la gente a mi alrededor. Andan caminando de puntillas.

    Entonces, si sé esto, ¿por qué me resulta difícil tenerlo en cuenta? ¿Así he sido siempre? … Hubo un tiempo de fiestas, reuniones hasta la madrugada, de bailar hasta que duelan los pies. Eso es verdad. Lo que también es cierto es que siempre he preferido tener vínculos profundos, aunque eso signifique menos amistades. Al mismo tiempo, siempre me ha gustado entablar una conversación con un extraño en la calle, eso también es cierto. Pero no con cualquiera.

    Bailando hasta que duelan los pies

    Autenticidad en ‘alto contraste‘

    Esto se debe a que siempre he tenido la necesidad de conectarme con mi entorno. Así soy y espero lo mismo de mis contactos. Desde que tengo cáncer, parece que veo todo a través de un filtro de alto contraste. Concretamente: me he vuelto más sensible a la ausencia de conexión. Al mismo tiempo, necesito aún más esta conexión. La autenticidad se ha vuelto más importante para mí.

    Eso aplica tanto a mis amistades como al contacto con conocidos, pero también con la gente en la calle. Lo más importante es que se sienta auténtico, sincero. No todos los amigos quieren dejar o cambiar sus cosas para acomodarse a mi agenda. Y está bien, siempre y cuando el contacto sea sincero. Personalmente, prefiero un saludo con una amplia sonrisa de alguien que me ve pasar en la calle, en lugar de intentar ‘hacer algo grande y noble’, pero forzado. No queda, se siente incómodo. A pesar de la indudable buena intención. Me parece menos auténtico.

    ¿Qué hacer? Algunos consejos

    Entonces, para mí aplica: menos es más. Me he vuelto aún más selectiva. ¿Es esta la solución perfecta? No, hay un inconveniente: esto me puede llevar al aislamiento, claro. Aún así, es una elección consciente. Siento que esto es lo mejor para mí. ¿Es esto aplicable a todas las personas con cáncer? No, cada quien tiene su propia manera y sus propias necesidades en cuanto a sus contactos sociales. Y lo que funciona para mí, puede que no funcione para otro. Aunque sí hay algunos consejos:

    Para el entorno, los que caminan de puntillas

    1. Pregúntale a la persona (de manera apropiada y en el momento adecuado) qué necesita y como se siente más cómoda. Hazlo sinceramente, eso se siente y es más seguro que te contesten de igual manera y haya menos incomodidad.
    2. Escucha. Escucha de verdad, respeta los deseos y límites. No se trata de satisfacer tu propia necesidad de ‘hacer el bien’, sino de lo que la persona necesite, pueda y quiera recibir de ti.
    3. Sé congruente, si quieres estar cercano a la persona, mantente cercano. Si, por el contrario, honestamente tus prioridades no te permiten mantener el contacto, también está bien, pero no esperes ni fuerces la cercanía.
    4. Ofrece ayuda práctica, como cocinar o hacer las compras. Aquí también vale, lo que sea apropiado y sincero. Por ejemplo, si la persona es una mamá de otro niño de la escuela, ofrécele ir a recoger a los niños a la salida.

    Para los que pasan por algo similar a lo mío

    1. Ten en cuenta que las personas actúan con buena intención. Lo hacen con buena voluntad y es muy difícil para ellos estimar qué es lo correcto para tí.
    2. Sé sincero, sobre todo contigo mismo. Responde sinceramente y sé claro en tus necesidades, deseos y límites.
    3. Sé indulgente. Contigo mismo y con los demás, la perfección no existe.

    Al final se trata de apoyarnos mutuamente de maneras que realmente ayuden. Y eso se puede lograr manteniéndonos en conexión unos con otros. Reconociendo el espacio que hay, sin forzar las cosas. Un gesto pequeño y sincero puede ser la semilla de una gran amistad.